martes, mayo 29, 2007

CARTA A VICTOR E INMA

VÍCTOR Y EL AZUL CELESTE
Víctor es de esa clase de personas en las que los poetas detienen su mirada buscando inspiración para crear su obra. De esos seres mitad humanos, mitad divinos, que se nos quedan fijos para siempre en el recuerdo y en el corazón. Muchas noches hemos caminado y bebido juntos confiándonos sentimientos, emanando nostalgias inmortales, recubriendo con una fina capa de melancolía la amistad que protege nuestras pequeñas cosas.

Mil veces su memoria impactó en la mía con citas del Quijote o con frases de mis escritos que yo no recordaba. Porque uno es distinto cuando escribe y se emociona a cuando vegeta meditabundo por la vida. Su romanticismo es de tal intensidad que durante todo un invierno guardó en el bolsillo interior de su chaquetón un cuadernillo con unas frases que reuní y ordené para regalárselas. De pastas rojas era el cuadernillo, como las muletas toreras y los corazones humanos. Ya me lo enseñaba braceando a lo lejos sobre las calles mojadas, ya desde la barra de un bar con su amistad llena de sonrisas, ya desde su coche solidario cuando me veía sobre mi bici fatigada. Y por eso, muchos atardeceres, sigiloso, le arrojaba por encima del ladrido de sus perros y de la valla que une nuestros silencios, humildes composiciones que yo sabía que tanto él como sus padres, Fela y Ángel, leerían en la habitación de arriba mirando emocionados el declinar de los luceros cadalseños, mientras su abuela, morena por el sol de Cadalso, comentaba cariñosa y entre susurros: “-¡Qué raro es este hombre!”

No le agradan los tumultos y por eso en soledad busca níscalos por nuestro valle cercano, patea los montes tras alegrías cinegéticas o frecuenta los ruedos taurinos llenos de lamentos y de “olés”. Porque sabe que allí, donde casi nadie ve nada, él intuye la vida apasionada que brota del arte solitario. Víctor percibe que el mundo es hermoso cuando todo se apacigua y se acompasa a la belleza de la madrugada. Es entonces que se parapeta tras la brisa tibia de las conversaciones tomadas en frágiles vidrios soplados por cadalseños. Justo de ahí toma aliento para explicarnos por qué el cielo sigue siendo azul celeste y tantos siguen viéndole gris.

Después reconoce que fue el aroma que desprende Inma con la expresividad de su mirada, la cadencia de su caminar y sus suaves caricias, las que le convencieron de que ella le acurrucará a él y a sus hijos para que nunca eche en falta su mundo de siempre.

CARTA ENVIADA POR "MELÁNCOLICO" UN AMIGO DE LA FAMILIA Y SIMPATIZANTE DE LA PEÑA MUÑANA

1 Comments:

At 12:33 p. m., Anonymous Anónimo said...

Olé!

Estas son justamente las palabras que se me vienen a la cabeza cuando veo al muñes

 

Publicar un comentario

<< Home